Franklin Pezzuti Dyer

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Somos Robots

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“Somos robots.” Tal declaración suele referirse al hecho de que el cuerpo humano es una máquina biológica, o al que el cerebro se parece a una computadora. En este punto de vista queda un poquito de ambigüedad que permite que se considere un “fantasma en el engranaje,” una consciencia o “alma” que maneja la máquina del cuerpo.

Pero descubrimientos científicos recientes sugieren que el modelo de la consciencia como un conductor amparado dentro de un vehículo es erróneo por completo. Sugieren que el “conductor” no se puede distinguir del “vehículo” y que el sentido de “manejo” que la consciencia nos confiere es una ilusión. Aún si nos aferramos a esta analogía errónea, la máquina del cerebro no se asemeja para nada a ningún aparato que queríamos usar en la vida real: su diseño es anticuado, ejecuta varios programas en proceso de fondo sin permiso, esconde información y le desinforma a la consciencia, puede ser fácilmente hackeado, y con frecuencia lo abusamos por no saber cómo funciona ni cómo cuidarlo. Afortunadamente, la biología y la neurociencia nos pueden ofrecer el bosquejo de un manual de usuario, y en esta entrada describiré algunos puntos importantes que he leído en varios libros acerca del tema. Entendernos mejor no nos haría menos robóticos, pero por lo menos nos podría ayudar a volvernos robots más avanzados.

Como el de las computadoras, nuestro código (en la forma de ADN) nos influye el comportamiento en gran medida. En La tabula rasa, Steven Pinker, un científico cognitivo, pretende refutar el mito del mismo nombre, que asevera que todos somos más o menos iguales al nacer, y que nuestro destino depende mucho de la crianza y poco de la herencia genética. Para comparar la influencia de la crianza y la herencia empíricamente, los científicos han llevado a cabo estudios de observación en los gemelos separados al nacer. Descubrieron que la mayoría tienen niveles semejantes de inteligencia matemática y verbal, tienen personalidades muy parecidas, y hasta comparten idiosincrasias únicas como risitas incesantes o un gusto por el pan tostado metido en el café. Y la guinda: encontraron casi ninguna correlación equiparable entre los mellizos. Es difícil mantener lo sagrado de “la identidad” sabiendo que tanto de ella viene de un código compuesto de unos meros cuatro carácteres.

El ADN compartido que llevamos los humanos en cada célula fue optimizado por miles de años de evolución, pero las tareas que evolucionó a cumplir no reflejan nuestras prioridades hoy día. Pinker explica que, antiguamente, un ser humano tenía que sobrevivir en el mundo silvestre y copular para asegurarse un puesto en el acervo genético, así que evolucionamos varias herramientas para maximizar la probabilidad de sobrevivencia y reproducción. Después del desarrollo de la civilización, ya no las necesitamos, pero nuestra cultura desarrolló tan súbitamente (en términos evolutivos) que el ADN no ha tenido suficiente tiempo para adaptarse.

Pensar rapido, pensar despacio por el psicólogo Daniel Kahneman es un verdadero catálogo de defectos y peculiaridades del cerebro humano anticuado. Por ejemplo, usamos una “heurística de disponibilidad” para estimar la probabilidad de los eventos posibles, proporcionando más probabilidad a eventos que vienen más fácilmente o vívidamente a la mente en vez de utilizar razonamiento estadístico. Además, expone que nuestra manera de tomar decisiones es espantosamente inconsistente - las respuestas de los sujetos de pruebas científicas a preguntas sencillas violaron reglas sencillas de probabilidad y lógica, y aún variaron drásticamente dependiendo del tipo de lenguaje usado en la pregunta. Algunos resultados sorprendentes sacados de experimentos: creemos más fácilmente aserciones en negrita y proverbios que riman; gastamos dinero que hemos encontrado al azar (comparado con dinero ganado) con menos reparos; y caminamos más lentamente después de haber leído palabras asociadas con viejos (como “Florida,” “calvo,” y “arruga”). No cabe duda que el cerebro puede ser hackeado.

Otro mecanismo que deja el cerebro vulnerable a hackear es el bucle de hábito. Tal vez en el pasado manejaste por una ruta muy conocida en coche y te diste cuenta después de que no recuerdas haberlo hecho, como si fuera automática. En su libro El poder de los hábitos, Charles Duhigg explica que el cerebro a veces nos automatiza rutinas que repetimos frecuentemente. Duhigg acuña el término “bucle de habito” para referirse al ciclo que empieza con una señal que arranca el bucle (como sentarse en la coche y meter la llave en el encendido), continua con la compleción de la rutina (manejar la coche desde el trabajo a la casa), y desemboca en una recompensa (ah, hogar dulce hogar). El bucle de hábito perpetúa todos tipos de comportamientos nocivos desde comerse las uñas a abusar del alcohol y despilfarrar el dinero en la tahurería. Duhigg ofrece muchas anécdotas y consejos útiles; por ejemplo, advierte que tratar de dejar un hábito repentinamente es mucho más difícil que reemplazarlo con otro hábito (como gozar un dulce en vez de un cigarrilo al darse ganas de fumar). Si no nos hackeamos a nosotros mismos aprovechando de los consejos de Kahneman y Duhigg, seguramente nos hackeará otra persona - Duhigg cuenta ejemplos de empresas que exitosamente establecieron bucles de hábito en sus clientes y empleados para maximizar el lucro o el rendimiento.

No solo nos dejan vulnerables a engaños y manipulación nuestros rasgos evolucionarios, sino también de vez en cuando nos arrancan el control para asegurar que la meta más relevante a la evolución - la reproducción - no pase a segundo plano. En particular, justo cuando los adolescentes se deben enfocar más en los estudios durante la preparatoria, el cuerpo prioriza otra cosa. En El cerebro femenino, la psicóloga Louann Brizendine aclara la psicología de los adolescentes: las niñas sienten un deseo urgente de formar lazos sociales y padecen de un vaivén de hormonas que impulsa altibajos emocionales, y los niños se encuentran acosados constantemente por fantasías sexuales acompañadas de vergüenza por haberlas pensado. Este secuestro emocional no se acaba después de la adolecensia. Brizendine explica que la oleada de oxytocina y dopamina que goza un hombre enamorado se convierte en una abstinencia muy dolorosa cuando se separa de una amada, y que las ambiciones profesionales de varias mujeres quedaron interrumpidas inesperadamente por el embarazo o el deseo intenso de cuidar a un bebé.

Así que, nuestras tentativas de controlarnos racionalmente son frecuentemente frustradas por cualquier mecanismo involuntario, ya sea un atajo mental que cambia precisión por rapidez, un hábito nocivo que se vuelve cada vez más automático, o un asedio mental de hormonas. Afortunadamente, ellos son bien estudiados hoy día para que los podamos controlar y logremos ejercer más control consciente sobre el ser. Pero por alguna razón los recursos útiles que nos informan científicamente se pierden en un montón de basura de autoayuda pseudocientífica (como la astrología) y son casi totalmente ausentes del currículo de las escuelas. A veces existen maneras fáciles ignotas de mejorar la calidad de vida usando la psicología, la dieta, y - mi predilecta personal - el sueño.

En el libro Por qué dormimos por Matthew Walker, él asevera que la falta del sueño es la fuente de uno de los más grandes y más prevenibles epidemias de salud del mundo. Explica que el sueño se reparte en fases REM y NREM de sueño que se alternan, y que ambos juegan un papel importante en el almacenamiento y la consolidación de la memoria y el desarrollo del cerebro a la larga. Despojarse del sueño resulta en un deterioro significante del recuerdo y de la creatividad a corto plazo (que implica que muchas veces soñar antes de un examen sirve mejor que trasnochar estudiando) y varios problemas de salud, como un riesgo aumentado de la cardiopatia y el alzheimer, a largo plazo. A pesar de eso, mucha gente trasnocha crónicamente, toma cafeína para postergar el sueño, y usa somníferos (que indudablemente nos ayudan a dormirnos, pero inhiben las ondas cerebrales más beneficiosas del sueño).

Debido a la genética, las heurísticas subconscientes, los hábitos, las hormonas, y la limpieza que ocurre durante el sueño, ahora parece que la consciencia carga con relativamente poca responsabilidad, y que es más bien un “pasajero” que un “conductor.” ¿Qué exactamente es el propósito de la consciencia? ¿Para qué sirve? El neurocientífico Stanislas Dehaene trata estas preguntas en su libro La consciencia y el cerebro, y aunque no establece definitivamente cómo fenómenos como la qualia ni el sentimiento de libre albedrío brotan de interraciones neuronales, aclara el índole de la consciencia de manera tan esclarecedora como asombrosa.

A principios de su libro, Dehaene explica algunos experimentos ingeniosos que los científicos usaron para encontrar una “firma” objetiva de un pensamiento consciente. Les mostraron imágenes en una pantalla a varios sujetos, pero muy rápidamente (solamente por unos milisegundos), a veces tanto que el sujeto aseguró no haber visto ningún imagen. Después, los científicos les pidieron a estos sujetos que adivinaran (usando una pregunta de selección multiple) qué habían visto, y descubrieron que sus respuestas fueron mucho más acertadas en promedio que una suposición aleatoria. Esto reveló que, aunque muchos sujetos no percibieron la imagen conscientemente, les entró en el cerebro subconscientemente y fue guardado en un lugar no accesible por la consciencia. Luego analizaron escaneos cerebrales recogidos durante el experimento usando un EEG (electroencefalograma) y encontraron la firma única deseada de acceso consciente. Al ver una imagen (de una cara, por ejemplo) y no percibirlo conscientemente, un impulso eléctrico aparecería localmente en una región particular del cerebro (como la región responsable para reconocer caras), pero la percatación consciente del estímulo impulsaría una oleada eléctrica que provendría de dicha región y inundaría todo el cerebro globalmente. Esta oleada, llamada “la ola de P3,” sirve como un indicador sorprendentemente útil del pensamiento consciente - aún ha sido usado para detectar consciencia en y comunicar con pacientes paralizados. Además, desencadenar una ola de P3 deliberadamente usando electrodos en el cerebro causa todos tipos de experiencias conscientes dependiendo de su origen, desde una reacción emocional intensa hasta la sensación de ver y oír una sinfonía imaginaria.

Dehaene plantea el hipótesis de que el propósito de la consciencia sea la propagación de información local importante por el cerebro. Hay muchos sistemas pequeños aislados de neuronas que encodigan información con su actividad local continua, y cuando cualquier de ellos alcanza cierto umbral de actividad eléctrica, causa un “alud” de electricidad que desemboca en la ola de P3, dejándonos considerar la información encodigada conscientemente y lazarla con información en otras partes. Puede que sea nuestra experiencia subjetiva de “consciencia” nada más que un efecto adicional del mecanismo que el cerebro utiliza para juzgar la importancia relativa de información local y compartir lo más importante globalmente.

Realmente somos robots: la genética determina una gran parte de nuestras personalidades; las heurísticas, los hábitos, y las hormonas subyacentes nos controlan más que nos damos cuenta; aún parece que lo más preciado y privado de nuestro ser, la consciencia, existe para cumplir la tarea mecánica de compartir información globalmente. Parece que no hay fantasma en el engranaje - somos todo engranaje sin fantasma. Pero no hay rázon de deprimirse. Este conocimiento no nos va a quitar los sentimientos subjetivos de consciencia y el libre albedrío (aún si son ilusiones). Mejor debemos celebrar que ya sabemos tanto sobre el cerebro que podemos usar para “autohackearnos” y mejorar la calidad de vida. Yo prefiero ser un robot saludable, feliz, y bien informado que un robot que se deprime de ser un robot.

Una cosita más: yo sugiero que cualquier lector interesado lea algunos (o aún todos!) de los libros que he mencionado en esta entrada. No les puedo hacer justicia con unos breves párrafos, y son repletos de otras ideas y detalles interesantes.


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